Seducción instantánea, ¿amor light?


“¿Qué significa conquistar[1]?”, pregunta El Principito al zorro en el capítulo 21 del célebre libro de Antoine Saint Exuspéry. “Significa crear lazos contesta el zorro todavía no eres para mí más que un niño parecido a otros cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me conquistas, tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo (…) mi vida resultará como iluminada. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los demás. Los otros pasos me hacen volver bajo tierra. Los tuyos me llamarán fuera de la madriguera, como una música (…) Por favor... ¡conquístame!” “¿Qué hay que hacer?”, interrogó El Principito. “Hay que ser muy paciente –respondió el zorro–. Te sentarás al principio más bien lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...”
            Sí, conquistar, ganarse el afecto de otra persona, es una tarea que requiere de paciencia. Sin embargo, la inmediatez es una de las características de nuestra sociedad y parece que, en nombre de la prisa, sacrificamos el cultivo de las relaciones humanas. Todo debe ser rápido, incluso la conquista; olvidamos que no se ama lo que no se conoce, y confundimos atracción o empatía instantánea con sentimientos profundos. Tan es así, que en Internet proliferan las páginas donde se anuncian cursos de seducción, siempre acompañados de adjetivos como “práctica” y “rápida”. Incluso hay quien promete enseñar a “seducir en veinte minutos”. Es el caso de Ross Jeffries, un hombre norteamericano de cincuenta años, que se jacta de haber conquistado en ese breve lapso de tiempo a su actual pareja, treinta años menor que él.
            Jeffries asegura que hay técnicas efectivas y eficientes para ganarse el amor de una chica de modo casi instantáneo, sin invertir dinero en invitaciones, chocolates o flores y, por supuesto, ahorrándose el esfuerzo y el tiempo, sobre todo el tiempo, que implicaría conquistar “a la antigüita” a una mujer. Ni siquiera se requiere de ser apuesto o cumplir con los estándares de belleza de la sociedad en la que se vive, dice el autor del libro Fast seduction y pone como ejemplo el caso de uno de sus alumnos: “Pesaba doscientos kilos y su mujer lo había dejado. Estuvo al borde del suicidio. Sólo había estado con una mujer y tenía pocas posibilidades de conseguir otra. Con mi material, consiguió acostarse con trece”.
            Me gusta pensar que el chico al que “ayudó” Jeffries bajó de peso (lo que indica una mejor autoestima), fue a terapia para resolver los pensamientos suicidas y adquirió seguridad en sí mismo. La verdad es que tampoco me parece mal que ejerza su sexualidad libremente, con trece, con veinte, con cuarenta o con todas las mujeres que quieran, por decisión propia y sin engaños, pasar una noche con él. Pero tener relaciones sexuales con una mujer, es distinto a haberla conquistado. El planteamiento de Ross Jeffrie es algo para reflexionar, no en términos de la defensa de la “moral” (que existe sólo en función de nuestras particulares creencias socioculturales y religiosas, todas respetables por igual), sino en cuanto a lo que se busca en una pareja y el concepto del amor que manejamos.
            Sobre el caso, me pregunto varias cosas: ¿realmente podemos considerar como “exitoso” a un hombre (Ross Jeffries), únicamente porque “conquistó” a una chica de veinte años? Aunque la edad no importa, en realidad suele ser más complicado ganarse el afecto de una mujer mayor, independiente, madura, que sabe lo que quiere en una relación de pareja. Alguna de las técnicas que promueve el autor, ¿servirán para más que conseguir relaciones sexuales?, es decir, ¿podríamos hablar de amor o sólo se trata de atracción? En cuanto a su destacado alumno, ¿qué le hace pensar que había amor en una relación de pareja, donde su mujer lo ha dejado sólo porque pesaba doscientos kilos?´, ¿pensará que las trece chicas que se “agenció” para una noche sexual le tienen afecto?, ¿realmente considera que el sexo casual es suficiente para sentirse bien y no querer suicidarse?
            No dudo que el uso de “técnicas neurolingüísticas” que aprendió Jeffrie para dejar de ser un tipo “que se sentía frustrado y feo, un perdedor que hablaba de política, de guerra, de cosas que no interesan a las mujeres”, sirvan para atraer a más de una mujer, pero sospecho que su estrategia es útil por breve tiempo, no para encontrar realmente una compañera y sólo con féminas que, efectivamente, no se interesen por temas como los que él señala. No está mal que los hombres se sientan seguros de poder conquistar a una mujer de ese modo y con dichas características, pero que no les vendan el amor y el afecto como si fueran instantáneos, de lo que se trata aquí es de atracción, no sólo rápida (fast), sino también light.
             


[1] En la mayoría de las ediciones en español de El Principito, el vocablo francés apprivoiser, se ha traducido como “domesticar”. Sin embargo, apprivoiser significa también amansar, hacer suya, seducir, ganarse o conquistar el afecto. Utilizo esta última acepción, porque la palabra “domesticar” en español tiene una carga despectiva cuando se usa para referirse a las personas.  

3 comentarios:

En el lenguaje de señas de los sordomudos la seña que designa la palabra "galán" o "seductor" es casi igual a la seña que representa la palabra "falsedad"

La adicción al "dating" esconde, como toda adicción, una personalidad muy insegura y una fuerte carga de soledad y necesidad de ser reconocido socialmente desde cánones que achatan la identidad individual. Aun así, es difícil desprenderse de el condicionamiento social que demanda en la relacion de pareja el ideal de realización humana. Obvio, alguien se tiene que reproducir. Pero de eso al amor...

Qué buen tema, Tania, y qué bien tratado. Sin duda un tema que a todos nos absorbe el coco día con día.
Te mando un abrazo.

 

Fé de ratas:
Donde escribí "...a todos nos absorbe el coco", debí de haber escrito "...a muchos nos absorbe el coco". A algunos les preocupan asuntos de otro orden que yo qué puedo saber.

Saludos.

 

Muchas gracias, Álvaro. Tienes razón: algunos somos los que andamos con estas preocupaciones, no todos, todos son muchos y las mayorías suelen ocuparse de otras cosas.

Desde que leí el primer comentario que dejaste aquí, me gusta pensar en que el lenguaje de los sordomudos tiene matices totalmente desconocidos por mí (empiezo a creer que no resistiré la tentación de abordar el tema en un próximo artículo). ¿Sabes si los sordomudos de todo el mundo utilizan los mismos códigos o si cambian de un país a otro? Es que hoy me levanté con esa pregunta y con dos posibles respuestas, de esas "del tipo hipotéticas" (jeje, ando "cientificista"): Si la respuesta es afirmativa, entonces estamos ante un grupo humano que logró el sueño del Arameo; si la respuesta en no, habrá en los matices profundas cuestiones culturales (deformación antropológica, disculpe usted).

Pero bueno, pues nada, que gracias por leerme, gracias por comentar y gracias por lo que dices. Saludos. Tania