Tener para dar: del amor propio al amor a los demás.

Para Chu, amante de sí y de quienes le rodeamos. La libertad es uno de esos temas que suelen causan escozor, sobre todo cuando se le aborda en el contexto de las relaciones humanas. Pareciera que los derechos individuales acaban ahí donde nos vinculamos con otras personas, como si prescindir de nosotros ante los demás fuera condición ineludible para construir nexos sólidos y duraderos. Esta es una idea totalmente equivocada, el abono perfecto para hacer crecer relaciones de maltrato y codependencia que nada tienen que ver con el amor. Si bien es cierto que la solidaridad y el sentimiento de pertenencia resultan imprescindibles para que los humanos vivamos armoniosamente en sociedad, sin una buena dosis de amor propio no es posible generar afectos de ningún tipo o, como lo dice Erich Fromm (padre del psicoanálisis humanista), el amor verdadero únicamente existe entre seres libres. Ante los mandatos sociales que hemos aprendido, ideas como la anterior frecuentemente generan malos entendidos. No faltará quien enarbole con indignación el argumento de que en las relaciones “hay que ceder”. Sin duda hace falta una buena cantidad de “concesiones” cuando se comparte cualquier aspecto de la vida con otras personas, pero éstas deben darse en el contexto de una negociación libre y no como parte de una lucha de poderes sin sentido, donde el objetivo de la transacción nada tiene que ver con amar a otro. A pesar de que este balance nos parece confuso y difícil de lograr, si lo pensamos con un poco de detenimiento es algo que no nos es ajeno, puesto que se da de manera natural en la amistad. Fuera de casos verdaderamente patológicos en los que se lucha por mantener a los amigos cerca “a cómo de lugar”, los nexos que nos unen a ellos suelen ser relajados (que no débiles) y siempre estamos dispuestos a mantenernos leales y solidarios, a pesar de que no estemos de acuerdo en algunos aspectos de su individualidad; los queremos como son y, de hecho, los queremos porque así son. Los problemas inician con las enseñanzas que nuestra sociedad nos ha inculcado por generaciones en lo que respecta a otro tipo de vínculos, particularmente los de pareja, aunque esto es también cierto para las uniones de padres e hijos. Cuando bien nos va y no hemos crecido en una familia codependiente (de esas en las que sus integrantes se funden en un grupo con límites desvanecidos y, por tanto, sin vida propia), se nos habla de la importancia que tiene la negociación, pero no resulta claro qué es lo que puede negociarse como parte de un proyecto amoroso y, sobre todo, qué es lo que, nunca y bajo ninguna circunstancia, debemos usar como moneda de cambio. El preferirse a uno, antes que a otra persona, no quiere decir que no se pueda amar a los demás. Esta idea se basa en el falso presupuesto de que tenemos una capacidad limitada para amar a alguien, cuando en realidad no hay límites para el amor; si puedo quererme muchísimo a mí, puedo querer muchísimo a los demás también. De hecho, como bien señala Jorge Bucay en su libro El camino a la autodependencia, “desde el punto de vista psicológico, es imposible que yo pueda querer a alguien sin quererme a mí. El amor a los otros se genera y se nutre; empieza por el amor a uno mismo y tiene que ver con la posibilidad de verme en el otro”. Así, aunque parezca paradójico, pensar en el bienestar propio antes que en el del resto de la gente, es esencial para amar. Estamos acostumbrados a creer que ver por uno mismo es un defecto, cuando en realidad es la única manera de tener algo que dar. Si no nos preocupamos por llenar nuestros vacíos, lo que llevamos a una relación no es más que un cúmulo de carencias, y con la nada, hay que decirlo, no es posible sumar. Cuando se encuentran dos seres anhelantes del afecto y el reconocimiento que, en principio, se deben a sí mismos, el resultado es algo parecido más a un hoyo negro emocional que a una relación amorosa. Sólo los individuos plenos, libres y conscientes de sí, pueden elegir compartir día con día, porque sólo ellos han alimentado en su ser interno sentimientos que pueden ofrecer a los demás.

1 comentarios:

Señorita Tania, es usted muy sabia!
GRACIAS... Seamos libres siempre!