¿Para qué? La verdadera pregunta existencial

Resulta que vivir no es una empresa sencilla y, sin embargo, las herramientas necesarias para hacerlo son verdaderamente simples. No me refiero a la supervivencia, para ella la mayoría de los seres humanos estamos plenamente capacitados: proveernos de sustento y cobijo no tiene demasiada ciencia, basta con reaccionar a los instintos, al impulso vital que tiene cualquier ser vivo desde que nace. Claro está, existen circunstancias que harán más o menos compleja la tarea de mantenernos con vida (el grado de accesibilidad a los recursos que necesitamos, por ejemplo). Sin embargo, con una perspectiva filosófica, no es imprescindible que los seres humanos nos hagamos preguntas de tipo existencial para idear formas concretas de obtener alimento, por ejemplo. ¿Por qué entonces la mente humana genera cuestionamientos referentes a su existencia? Al final, descubrir si dios existe o si la realidad es algo externo a nosotros, no es una actividad que se dirija a garantizar la reproducción de la especie y nuestra supervivencia como colectivo, principal meta del resto de los seres vivos. Lo hacemos porque a los humanos no nos satisface la idea de únicamente sobrevivir; más allá de cumplir con las leyes biológicas, deseamos profundamente vivir con todas sus consecuencias. La Filosofía es una de esas creaciones humanas que prueban este anhelo: ningún otro ser se pregunta sobre el sentido de su existencia y, mucho menos, emplea todas sus energías en un objetivo tan poco concreto como es el “ser feliz”. Pero, a pesar de que desde muy temprano en la historia de la humanidad nos hemos dedicado a pensar sobre asuntos de gran trascendencia, parece que los hombres y mujeres que poblamos esta tierra cada día estamos más lejos de sentirnos satisfechos con la vida que llevamos. El problema es, como dije al inicio, complejo pero simple; tiene muchas aristas y hay innumerables caminos que pueden transitarse en la búsqueda de soluciones, tantos que, por supuesto, ni remotamente se agotan en un breve escrito. Si bien es importante que sigamos preguntando en torno a nuestra existencia y, de hecho, inevitablemente seguiremos haciéndolo, es aún de mayor urgencia que prioricemos las preguntas que formulamos. No se trata de que las personas comunes y corrientes nos demos ahora a la tarea de dedicar sesudas sesiones ha tratar de dilucidar cosas como la verdadera imagen divina de un creador todopoderoso, pero sí de no dejar de pensar sobre la manera en que vivimos y, sobre todo, en cómo queremos seguirlo haciendo. Cuando nos agobian los problemas, solemos preguntarnos por qué o cómo es que llegamos a determinada situación; igual hacemos cuando se trata de emprender un negocio o una relación de pareja. La pregunta que falta, la que verdaderamente puede otorgarnos respuestas que incidan en nuestra vida, por tanto la única verdaderamente útil para la existencia, es la menos frecuente: ¿para qué? Así como lo lee. Piense por un momento si antes de casarse se preguntó para qué lo hacía, estoy cierta de que encontrará muchas razones de por qué lo hizo, pero ¿sabe para qué? Voy más allá, ¿se ha preguntado seriamente para qué vive? Si usted se siente feliz, muy probablemente tiene la virtud de conocer esa respuesta ya sea conciente o intuitivamente, pero quienes sufren de problemas emocionales (cada vez un mayor número de personas), tarde o temprano descubrirán que, a pesar de saber por qué viven y cómo hacerlo, su vida no tiene un rumbo, es decir, les falta contestar ¿para qué? Esta ausencia no es menor, de hecho es vital porque, como asegura Víktor Frankln (sobreviviente del horror nazi), quien tiene un sentido para vivir puede sobrevivir a cualquier cosa. En lo que toca al amor ni se diga, cuestione a quienes han fracasado en sus relaciones respecto a si las mismas constituyeron en algún momento un proyecto en el que ambas partes coincidieran. Pregunte simplemente ¿para qué estabas en esa relación? y notará que ambas partes le responderán con mucha seguridad lo “porqués” (porque estaba enamorado, porque pensé que funcionaría, porque me equivoqué, etcétera) y tendrán respuestas totalmente dispares en lo que toca a los objetivos (mientras uno dirá que pensaba en formal una familia y tener hijos, el otro quizá diga que deseaba compartir el día a día sin compromisos fuertes, por ejemplo). No es que una de las partes esté mal y la otra bien, ambas son razones válidas, el desastre inicia ahí donde ambos sujetos no coinciden en sus expectativas. La vida es maravillosa si existe un sentido para vivirla, de lo contrario puede volverse un verdadero infierno, pregunte sino a los enfermos mentales y a la gente agobiada por la depresión y la ansiedad. El camino de la felicidad es personal, las respuestas no atañen más que a quien construye su propia vida, el rumbo elegido siempre será el correcto, pero la pregunta es la misma para todos: ¿para qué? Tómese un momento y reflexione al respecto, esfuércese por encontrar el sentido de su existencia, sólo de la suya, cuando lo halle elija los modos de perseguir sus metas: nunca las alcanzará del todo pero, al estilo del Tao, el tener un rumbo le hará feliz. La vida se trata de equivocarse, retroceder, cambiar de ruta, aprender, pero siempre recorriendo el camino que nosotros individualmente vamos construyendo. Preguntémonos para qué y podremos entonces vivir y amar intensamente.

1 comentarios:

Srita Tania, muy lindo, muy lindo :)