Orlan: la crítica radical en Internet

En esta época son muchas las mujeres que consideran la posibilidad de modificar su cuerpo mediante el bisturí, asegurándose de ese modo una apariencia “más agradable” para sí mismas y para quienes las rodean. Pero, ¿estarían dispuestas a transformarse de manera extrema, a cambiar su imagen totalmente y dejar de verse como eran? Más aún, ¿dejarían que las cirugías a las que fueran sometidas pudieran ser observadas por múltiples internautas en el momento mismo en que son realizadas? Pues, aunque no lo crean, hay quien lo hace. Este es el caso de Orlan, artista del perfomance y de la multimedia nacida en Francia en 1947, quien ha encontrado en Internet el sitio idóneo para protestar contra los patrones de consumo y el ideal estético que los mismos imponen a las mujeres. La propuesta de Orlan consiste en “darse vida” utilizando su cuerpo como espacio vital y entrañable para modelarse, reensamblarse, reconstruirse; para diseñarse en libre albedrío, rebelándose frente a aquellos que consideran a las féminas como objetos ornamentales. Gracias a las múltiples cirugías a las que se ha sometido, Orlan tiene hoy la frente de la Gioconda, los ojos de la Psique de Gérard, la boca de la Europa de Boucher, la barbilla de la Venus de Botticelli y la nariz de una Diana de la escuela de Fontainebleau. La artista modifica su cuerpo a voluntad, tratando de despojarlo de los límites que ella misma atribuye a nuestra dimensión carnal. “Nuestros cuerpos han sido alienados por la religión, por el trabajo, por el deporte e incluso por la sexualidad, y han sido formateados en función de unos modelos prefijados. Yo obtengo seres híbridos, cuerpos mutantes, posibles apariencias de civilizaciones que no poseen las mismas ideas preconcebidas que nosotros. En mi opinión, el cuerpo se ha quedado obsoleto, no ha podido adaptarse al ritmo de los acontecimientos”, asegura enfática cuando la entrevistan. Como si con ello no bastara, Orlan graba en video desde hace varias décadas las operaciones a las que se somete, haciendo de estas intervenciones quirúrgicas instalaciones musicalizadas y donde la poesía también tiene lugar. En los últimos tiempos, ella se expone a los ojos de quien quiera verla en el quirófano en “tiempo real”, utilizando para ello cámaras web cuyas imágenes son enviadas a sitios específicos de la Internet. Así, mientras los médicos intervienen su cuerpo, ella se mantiene consciente (con el mínimo de anestesia posible) para leer en voz alta algo de poesía y estar al tanto de todos los detalles artísticos (música y efectos visuales) que incluye su excéntrico montaje. Cuando esta mujer (“de profesión mutante”, según sus propias palabras), es cuestionada sobre la legitimidad “moral” de sus actos (¿es válido exponer como algo estético la violencia que infringe a su cuerpo?, ¿acaso sus obras no nos colocan en un terreno parecido al de la polémica a la cual da lugar la delgada línea que separa al erotismo de la pornografía?), ella contesta enojada: “De ninguna manera, en mis performances hay mucha poesía, lo dicen los mejores críticos, la música está muy cuidadosamente elegida, el vestuario, las lecturas durante la operación, todo es muy elaborado”. Sin duda Orlan tiene razón cuando asegura que su trasgresión es brutal, revolucionaria, totalmente radical y, por tanto, no es fácil que lo entiendan todos. “Yo -apunta la artista- confío en el dictamen del próximo siglo; de todos modos nunca produciría un arte que sea aceptado sin cuestionamientos, porque sólo creo en un arte radical y absoluto”. Así es, esta artista pone en entredicho mucho más que el estatuto original del cuerpo o la validez que socialmente brindamos al hecho de exponerlo herido y mutilado. Con su propuesta, Orlan vive (habría que preguntarse si intencionalmente o no) de una manera radical la “moral abierta” que Bergson (filósofo francés) celebra: “la de los profetas, de los innovadores, de los místicos y de los santos”; la moral del movimiento que, fundada en la emoción, “es un impulso de renovación coincidente con el mismo arranque creador de la vida”. De este modo, individuos como ella, hacen de la WEB el habitat natural de aquellos que se proponen dejar de ser creación (y sujetos de los patrones de consumo que acosan a las sociedades modernas) para convertirse en creadores. En este sentido, el Internet posibilita al ser humano inventar y construir en rubros que antes nos estaban vedados, pues pertenecían al ámbito exclusivo de lo divino: el hombre, la realidad y el universo. No cabe duda de que la era de las nuevas tecnologías nos ha cambiado.