Hace relativamente poco tiempo, los Emo ocuparon sendos espacios en los medios informativos del país. ¿La razón? Jóvenes identificados con esta tribu urbana fueron agredidos en Querétaro por supuestos miembros de otros grupos (Punks y Darks) que habían sido convocados mediante páginas WEB donde se promueve el odio y la intolerancia contra estos adolescentes. Semanas más tarde pasó exactamente lo mismo, esta vez en la glorieta de Insurgentes en la ciudad de México, lugar en el que se enfrentaron algunos Emos con sus agresores (aparentemente Punks), protagonizando una trifulca que no deja de tener su lado chusco, pues fueron separados por la policía capitalina…¡con ayuda de unos cuantos Hare Krishna! que, al son de sus alegres canciones, tranquilizaron a los presentes.
Pero más allá del toque surrealista que nos hace exclamar a todos “¡sólo podría pasar en México!”, las noticias sobre estas agresiones deberían movernos a pensar sobre algunas cuestiones que me parecen de trascendencia y que, aunque han sido debatidas en periódicos, programas televisivos y diversos foros, están lejos de agotarse. Primero, habrá que empezar a preguntarnos sobre los intereses de un sector poblacional al que se alude en todos los discursos políticos del país como “futuro de la Nación” y que, sin embargo, no ha sido atendido más allá de la creación de un Instituto de la Juventud que nadie sabe para qué sirve. ¿Por qué como sociedad tenemos que enterarnos de las cosas que motivan (o desmotivan) a un gran número de jóvenes hasta que son violentados de manera inocultable? ¿Por qué antes de esto, los padres de muchos adolescentes que se identifican con las formas de vida de estas comunidades, no tienen ni la más remota idea de lo que las mismas significan para sus vástagos? Una vez más, como intento mostrar con cada entrega de esta sección, parte (y sólo parte) de las respuestas a ambas preguntas se encuentra en el hecho de que los jóvenes urbanos están relacionándose en espacios que a la mayoría de los adultos les parecen inaccesibles, como sucede con la Internet.
En efecto, en la RED es posible hallar información interesante en torno a lo que los sociólogos y antropólogos han denominado como tribus urbanas y, en particular, sobre este grupo de jóvenes que rinden culto a la tristeza y a la decepción ante un mundo que parece no ofrecerles alternativas dignas en ningún sentido (social, cultural, laboral, etcétera). El término Emo es un anglicismo derivado de la palabra Emotional (emocional), al principio era utilizada para designar a cierto tipo de música escuchada por simpatizantes del movimiento punk que fueron agregándole a sus canciones un toque más intimista y cuyas letras están cargadas de pesimismo. Así, lo que antes fueron piezas musicales irreverentes y violentas (aunque los punks de ninguna manera son un grupo de gente agresiva, su participación en la convocatoria que inició la confrontación con los Emo en Querétaro está en duda y no así su adhesión a las manifestaciones en pro de la tolerancia que este evento desencadenó semanas más tarde), mediante las cuales los jóvenes expresaban un, a mí entender, explicable enojo hacia quienes han visto en ellos sólo fuerza de trabajo a destajo, acabó por convertirse en un interminable y doloroso canto desilusionado. Si pensamos en lo que el psicoanálisis dice acerca de la depresión (que ésta no es sino rabia contenida que revierte el individuo hacía sí mismo cuando se siente impotente para cambiar las situaciones que le enojan), no debería sorprendernos que ahora los adolescentes, antes contestatarios y vitales, estén optando por el sufrimiento como bandera; al fin y al cabo no han logrado modificar lo que sucede y eso a cualquiera deprime ¿o no?
A la música se agregó la conformación de una imagen que intenta transmitir muchas cosas: delgadez y palidez extremas que indican sin lugar a dudas un estado emocional de indefensión y vulnerabilidad; ropa muy ceñida al cuerpo de color negro o morado (que remiten al luto y al vestuario dark, movimiento anterior al Emo) y accesorios como estoperoles en cintos y muñequeras (utilizados previamente por los punks y los rockers) y que los Emo combinan con detalles “tiernos” (como broches de cabello en forma de moñitos de colores usados por las chicas u ositos de peluche que simulan estar muertos y que no es inusual ver entre las pertenencias de estos jovencitos). El conjunto de la estética Emo procura mostrar individuos que cuestionan mediante su androginia, entre otras cosas, la condena social a la homosexualidad y la construcción de una masculinidad que no permite a los varones expresar sentimientos como la tristeza (condición de la que no me ocuparé en este momento, pero de la que no puedo dejar de decir que se encuentra en la base de la violencia contra las mujeres).
Ser Emo, según ellos mismos lo cuentan, implica también “una filosofía”, un modo de ver la vida. No obstante, sus ideas al respecto son bastante desalentadoras, puesto que pueden resumirse en lo que Eric Fromm, padre del psicoanálisis humanista, ha definido como necrofilia (amor a la destrucción, sentimiento diametralmente opuesto al apego por la vida). Esto no es algo que podamos pasar por alto, ya que no se trata aquí de lo “oscuro” de los darks (quienes, como parte de su adhesión al grupo que los acoge, se han provisto de buena literatura y suelen ser conocedores del Romanticismo temprano), tampoco se alude a la perversión sexual a la que nos remite normalmente el vocablo necrofilia (al que no le resto motivos para alarmarse, pero que nada tiene que ver con los Emo). Aquí estamos hablando de depresión, la forma más destructiva en que puede expresarse la insatisfacción y la inconformidad; es decir, nos encontramos ante una enfermedad que se está socializando y que es alentada por estos adolescentes, quizá al inicio sólo como parte de su búsqueda identitaria, pero que lleva a muchos de ellos a practicar la anorexia, la bulimia y las autolesiones (self injury) y a albergar pensamientos suicidas. No intento aquí denostar a los Emos, para ser sincera me gusta su ideal estético y entiendo el mensaje que desean trasmitir: el mundo que les ofrecemos no está como para celebrar. Tampoco, por supuesto, creo que deban ser agredidos y considero que es su derecho escuchar la música y vestirse como les apetezca, tener la preferencia sexual con la que se descubran y expresarse. Sin embargo, sí creo que debemos estar alertas ante la depresión que parece aquejarles. Tal vez, como dijo un investigador de la UNAM, se trata sólo de “niños tiernos en busca de atención”. Tiernos, sí, pero yo agregaría también tristes y considero que, en la medida en que los Emo no son unos cuantos sujetos marginales, sino un amplio sector de la población juvenil de este país, debemos empezar a preguntarnos en qué estamos nosotros contribuyendo a la tristeza de esa generación ¿No dicen que son el futuro de México? Tal vez una buena manera para empezar a encontrar algunas respuestas podría ser leer las páginas en la RED que hablan de estos adolescentes.
La Güeris friolenta
Hace 10 meses


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