
¿Recuerda la polémica que hace algunos años se desató en torno a la figura corporal de la muñeca Barbie? Entonces se decía que la señorita de plástico podía convertirse en un modelo a seguir para las niñas que jugaban con ella. Entre otras cosas, lo preocupante para sus detractores era que el cuerpo de la esbelta mujer simplemente no podía conseguirse: para ello habría que medir al menos dos metros de altura y pesar por debajo de los cincuenta kilos, desarrollar un busto de más de noventa y seis centímetros y contar con una pequeñísima cintura de cuarenta y cinco; todas ellas características que, literalmente, no permitirían a nadie mantenerse en pie.
Pero si en los mejores tiempos de Barbie, creada por Ruth Handler para Mattel a fines de la década de 1950, nos preocupaba que las niñas fueran forjándose un estereotipo peligroso para la salud en torno a la belleza femenina, hoy en día existe un juego virtual que refuerza ideas sumamente destructivas para la autoestima de las mujeres. Se trata de Miss bimbo, espacio “lúdico” virtual, inventado por un veinteañero francés de nombre Nicolas Jacquart y que es usado en Francia e Inglaterra por millones de usuarias, algunas de ellas con sólo 9 años de edad.
El juego inicia con la asignación gratuita de un personaje virtual (adolescente y femenino) al que habrá de convertirse en la chica más popular y sexi del site; para conseguirlo es necesario estar al tanto de las últimas tendencias en imagen e ir modificando el aspecto físico del avatar. En cada nivel, la muñeca deberá bajar de peso, hacer ejercicio, vestir ropa de última moda, cambiar el color de cabello y realizarse alguna cirugía estética, por ejemplo, todo con el fin de mejorar su apariencia. Los cambios sugeridos tienen un costo en “bimbodólares”, de los cuales mil son entregados a cada usuaria cuando se registra.
Es por demás evidentemente que lograr una figura y una imagen impecables para ganar, cuesta mucho más que la cantidad con la que se inicia el juego, por eso las chicas tendrán que ingeniárselas para ganar el dinero que les hace falta. Una de las formas en que pueden obtener liquidez monetaria suficiente es comprar “bimbodólares”, mediante mensajes de texto con un costo aproximado de dos euros (ahí está el negocio y lo que alertó a algunos padres de familia). Pero lo verdaderamente preocupante son las otras maneras en que las niñas consiguen hacerse de un nuevo vestuario para su “bimbo”, una de las más socorridas es “levantarse” un novio que pague las cuentas.
A sólo un mes de su lanzamiento en Inglaterra, el juego fue objeto de grandes discusiones; psicólogos y nutricionistas cuestionaban el efecto que tendría en las adolescentes participar de un mundo virtual donde las píldoras adelgazantes y las dietas restrictivas eran condición para ganarse un lugar socialmente privilegiado. Con tales ideas, el mundo virtual de las “bimbo” abonaba de manera importante el incremento de la anorexia y la bulimia entre las jóvenes, fomentando una imagen corporal delgada que debía ser ganada “como fuera”. Frente a las críticas recibidas, su creador sustituyó el consumo de pastillas para enflacar por las consultas con nutriólogos y argumentó el fomento de una dieta sana en su defensa. Así mismo, para evitar las demandas legales por los gastos en los que incurrían niñas menores de edad, incluyó una advertencia en el registro “si tienes menos de 18 años, deberás pedir permiso a tus padres” que se resuelve fácilmente dando un click en el recuadro donde se indica que lo has hecho.
Es claro que los arreglos antes mencionados no resuelven de fondo la problemática planteada por quienes consideran a Miss Bimbo como un juego “socialmente irresponsable” y es que la imagen corporal sigue siendo el centro de atención en esta escuela de vanidades, como si lo más importante en la vida de una mujer fuera lucir radiante, todo con el fin de conseguir un hombre que la mantenga y que le permita seguir ocupándose de su aspecto ¡vaya enseñanzas! ¿Habrá forma de que las niñas jueguen a estudiar y ser profesionistas como un modo para hacerse cargo de sí mismas? No es que esté mal que aprendan a cuidar su salud y que “verse lindas” ocupe algún sitio en sus vidas, pero si se les inculca desde pequeñas que esas son sus principales funciones, pronto estaremos frente a una nueva generación de mujeres dependientes emocional y económicamente, lo que abre las puertas de par en par al ejercicio de la violencia doméstica ¿no cree usted?
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