Empatía: el ingrediente secreto para ser feliz

La empatía, también llamada inteligencia interpersonal, es la capacidad que tiene un ser humano para vivenciar y compartir los sentimientos de otro individuo, de manera que es posible comprender mejor sus actitudes y decisiones frente a cualquier situación. En pocas palabras, ser empático significa “ponerse en los zapatos del otro”, lo que nos permite evaluar sus acciones desde el contexto emocional que le es propio. A menudo confundida con la simpatía, la empatía abarca mucho más que la simple identificación con las personas que nos son afines; es, como se ha dicho, una capacidad y no sólo la emergencia de sentimientos positivos frente a la interacción con alguien que “nos cae bien”. Si bien es cierto que la cercanía afectiva promueve en nosotros actitudes empáticas con la gente a la que apreciamos, esta forma de inteligencia permite que nos relacionemos de mejor manera también con aquellos que no son parte de nuestro círculo social e, incluso, con quienes suelen parecernos desagradables. La gente empática suele ser generosa en su interés por los demás, de hecho es una de las características que distinguen a quienes practican el altruismo o se dedican al servicio en beneficio de otras personas. En el ejercicio adecuado de ciertas profesiones, como en el caso de la medicina, de la psicología o del trabajo social, es indispensable ser empático, pero casi en cualquier otro aspecto de nuestras vidas, esta capacidad facilita la interacción con quienes nos rodean y, más importante aún, la comprensión profunda de las motivaciones de los otros puede ayudarnos a eliminar de nuestra existencia emociones sumamente negativas como la ira o el rencor. La habilidad de experimentar la realidad subjetiva de nuestros seres amados sin perder la perspectiva de nuestro propio marco de identidad, permite la resolución efectiva de muchos conflictos y es que la empatía tiene que ver con la comunicación que, ya sabemos, es fundamental en las relaciones de pareja y en el vínculo que establecen padres e hijos. De igual manera, la capacidad de ubicarnos en la posición del otro, por ejemplo de un adolescente cuyo comportamiento no es, a nuestro juicio, adecuado, posibilita la guía responsable, respetuosa y afectiva por parte de sus progenitores. Así mismo, lo mejor que puede pasarnos cuando nos agobian los problemas es hablar con algún amigo empático, de esos que saben escuchar con atención lo que nos pasa, sin emitir juicios precipitados, entendiendo verdaderamente la situación y sin devolvernos a casa con un rápido e incomprensible “no te preocupes”. Con el resto del mundo, es decir con aquellos a los que no incluimos nosotros en nuestra vida, pero que en cierto modo se encuentran lo suficientemente cerca como para que sea imposible ignorarlos, a veces inclusive a nuestro pesar (vecinos, compañeros de trabajo, etcétera), la empatía es una herramienta útil para sobrellevar aquello que nos molesta. En este sentido, la clave de ser empático radica en no tomar de manera personal las acciones o comentarios de los demás, entender que la gente no nos hace cosas, sino que simplemente las hace, es decir, las actitudes de los otros no tienen que ver con nosotros y sólo en muy pocos casos están dirigidas intencionalmente contra nuestro bienestar. En este último caso, marcar límites será necesario, pero ello no forzosamente implica actuar con violencia o dejar de entender el contexto de quien hace mal. Esto último puede parecer un exceso de bondad ¿cómo y para qué querría alguien comprender las razones y motivos de un individuo que le ha hecho daño? La respuesta es simple: para perdonar. En la medida en que seamos capaces de entender una situación dolorosa y lo que ha llevado a alguien a lastimarnos, podremos superar la pena que nos provoca. Perdonar no quiere decir justificar; el hecho de que logremos erradicar el rencor, no significa que evaluemos con ligereza una acción grave, ni que mantendremos relaciones con personas indeseables o que dejemos de promover las acciones correspondientes (en los casos legales, por ejemplo). El perdón es algo que nos regalamos a nosotros mismos (y no a quien se portó injustamente) para seguir viviendo felices, sin el asalto constante de recuerdos que nos martiricen y que mermen la alegría de nuestra existencia. Como toda capacidad, la empatía no es algo innato y, aunque en algunos individuos ella se presenta con mayor facilidad que en otros, todos podemos adquirir hábitos que nos conduzcan a ser empáticos en la comunicación: 1- cuando converse con alguien, dispóngase física y psicológicamente a prestar atención a los mensajes hablados y corporales de su interlocutor; 2-intente mantener la cordialidad durante las pláticas, sin evadir temas importantes o complicados; 3- exprese verbal y corporalmente a quien habla que ha comprendido su mensaje; 4- evite juzgar o descalificar lo que se le trasmite; 5- no dé su opinión si ésta no ha sido solicitada y cuando haya que darla sea sincero, aún si la misma no es del todo favorable y 6- nunca interrumpa a quien le está expresando y trate siempre de mostrar su disposición a escuchar aunque no coincida en las ideas que se trasmiten. La empatía es parte del aprendizaje emocional que debe inculcarse a los hijos desde sus primeros años; que los infantes logren identificar sus emociones y las de los demás es fundamental para formar generaciones de jóvenes generosos y valientes que no rehúyan al conflicto, logrando sortear cualquier situación incómoda fuera del marco de la violencia. De este modo, lo mismo para perdonar a las personas que nos provocaron algún daño, que para resolver de manera certera e inteligente los roces en la interacción con los demás o para consolar a quienes nos rodean escuchando atentamente sin invalidar sus ideas ni sus sentimientos, la empatía es el ingrediente secreto para tener una existencia feliz.

1 comentarios:

Seamos empàticos siempre :)
chu