Ana y Mía: las princesas de cristal en la Internet

La anorexia y la bulimia, dos de los llamados desórdenes alimenticios, han ganado notoriedad en nuestras sociedades urbanas desde hace relativamente poco tiempo, cuando la extrema delgadez se consolidó como ideal de belleza para las generaciones más jóvenes. Las causas de ambas enfermedades han sido encontradas en un sinnúmero de factores, donde lo biológico, lo psicológico y lo emocional se mezclan en un entramado complejo que dificulta la recuperación de quienes “deliberadamente” se dejan morir de inanición. En los estudios que se han hecho al respecto, se ha encontrado que los problemas familiares ocupan un lugar central en la aparición de las conductas que llevan a niños y adolescentes a buscar la aceptación, el afecto y la atención que les hace falta en casa, mediante un comportamiento obsesivo en torno a la comida (calculan calorías, pesan y miden su cuerpo constantemente, evitan la mayor parte de los alimentos o idean formas para sacarlos de su organismo, ya sea induciendo el vómito o consumiendo laxantes, antes de que este pueda asimilarlos, etcétera). La mayoría de los adultos que rodean a estos jóvenes (hoy en día tanto mujeres como varones y de edades cada vez más tempranas), suelen no enterarse durante muchísimo tiempo que sus hijos tienen un problema; sólo cuando la pérdida de peso del afectado es extrema, madres y padres comienzan a preguntarse al respecto y, desafortunadamente, para entonces la enfermedad ha ganado en gran medida la batalla, apoderándose del ámbito emocional y causando importantes daños a la salud de quienes la sufren. Pero no es raro que las personas que rodean a quienes se hacen llamar princesas de cristal (quizá en alusión a su fragilidad emocional y física), se enteren demasiado tarde de lo que está sucediendo. Estas jovencitas (aunque también algunos hombres) saben muy bien que sus prácticas no son toleradas por su entorno (salvo en los casos, que de manera por demás lamentable existen, en los cuales su actitud ha sido fomentada por familiares que igualmente sufren trastornos alimenticios y una obsesión enfermiza por “guardar la línea”). Por eso evitan a toda costa que se conozca su condición y, aunque parezca increíble, han creado redes de apoyo con ese fin, donde las enfermedades a las que nos referimos son conocidas como Ana (anorexia) y Mía (bulimia). La Internet es el principal medio utilizado por estos jóvenes para comunicarse entre sí; de este modo se brindan ayuda en la ardua labor que implica ocultar a todo el mundo su enfermedad y mantenerse dentro de ella con toda la fuerza de voluntad de la que son capaces. Se trata de las llamadas página “pro Ana y Mía”, la mayoría Blogs personales de adolescentes que están decididas a ser flacas porque asocian esta complexión con el éxito, con la belleza y, por tanto, con la aceptación de los demás y el ser amadas. En la WEB existen también sitios dedicados a la lucha contra estos desórdenes alimenticios (producto del esfuerzo de asociaciones preocupadas por el incremento del problema –www.anaymia.com– y, en menos proporción, de personas que se han recuperado o que se esfuerzan por hacerlo y quienes mantienen la esperanza de que sus dolorosos testimonios ayuden a alguien más –www.anaymia.org–). Pero la verdad, es que estos espacios informativos son escasos en comparación con la proliferación de páginas, a cargo de las princesas de cristal, donde es posible encontrar verdaderos tratados que pretenden justificar la macabra búsqueda por ser delgadas “cueste lo que cueste”; incluso si el precio es morir de formas verdaderamente aterradoras, porque la falta de nutrientes provoca daños irreversibles al organismo que implican años de muchísimo sufrimiento (enfermedades renales y cardiacas, pérdida de la dentición y del cabello, trastornos del sistema inmunológico, etcétera). Estos jóvenes utilizan espacios que saben vetados en gran medida a las personas que podrían ayudarles, ya sea porque los adultos a su alrededor están demasiado ocupados como para interesarse en la vida virtual de sus hijos, nietos y sobrinos, o porque, siendo sinceros, la RED es ajena casi por completo a las generaciones de sus familiares mayores. Entre las cosas que en esos sitios es posible encontrar, hay un decálogo con los “mandamientos Ana y Mía” que a la letra dice: “1- Si no estás delgada, no eres atractiva; 2- estar delgada es lo más importante; 3- compra la ropa adecuada, córtate el pelo, toma laxantes, muérete de hambre…lo que sea para estar más delgada; 4- no comerás sin sentirte culpable; 5- no comerás comida que engorde sin castigarte después; 6- contarás calorías y limitarás tus comidas de acuerdo con ellas; 7- los designios de la báscula son los más importantes; 8- perder peso es bueno, engordar es malo; 9- nunca se está lo suficientemente delgada; 10- estar delgada y no comer muestran la auténtica fuerza de voluntad y nivel de éxito que tienes”. En mis navegaciones sobre este tema he dado con cosas más escalofriantes aún, como los consejos que estas niñas se dan entre sí: “la clave de un ayuno exitoso: quitarse la comida de un sólo golpe”; “puedes comer hielo si sientes mucha hambre”; “cuando sientas ansiedad como chicles sin azúcar”; “en tu casa usa ropa apretada para que veas por qué haces esto”; “come desnuda frente a un espejo, mientras vas observando ese estómago flácido y ese cuero de las caderas”. No es inusual tampoco que en estos sitios aparezcan mensajes en los que se relatan las “cosas buenas” que tiene el “esforzarse por ser una princesa”, como el haber logrado que alguien se mostrara complacido con la delgadez lograda por una chica o, todavía más triste (ya que revela el verdadero objetivo de estas modernas faquires), “cincuenta razones por las que se debe amar a una princesa”, entre las que se vislumbra el dolor emocional y el pánico que les produce no sentirse queridas: “[las princesas, es decir las chicas anoréxicas y bulímicas, deben ser amadas porque] gritan o piden ayuda, tienen metas y sueños, les dicen flacas pero las gordas mueren por estar así, darían la vida por ti, son lloronas pero siempre tienen una sonrisa que regalar”. Las Anas y las Mías, a diferencia de quienes tenemos el deber de ayudarlas, investigan sobre las cosas que les interesan porque les permiten argumentar a favor de los males que padecen. Así, por ejemplo, algunos de estos espacios virtuales están llenos de información sobre la obesidad y los problemas que causa en la salud el sobrepeso (aluden incluso a la hipocresía de una sociedad que les demanda comer, cuando en la televisión hay campañas en contra de la gordura y, agrego yo, nada contra esta delgadez extrema y mortal). Si ellas se ocupan de conocer lo que las justifica, nosotros (los que tenemos la suerte de no sufrir estas enfermedades, pero que las vivimos de cerca de través de familiares, amigos o vecinos) deberíamos empezar a enterarnos sobre lo que sucede con ellas. Sirva lo aquí escrito para motivar, sobre todo a los padres de niños y adolescentes, para que indaguen en la Internet sobre el tema y conozcan de primera mano los espacios virtuales de sus hijos. Por una postura personal en lo que toca al fomento de las páginas pro Ana y Mía, no refiero a los links de las páginas consultadas, con excepción de dos que están dedicadas justamente a la lucha contra estos desórdenes alimenticios.

1 comentarios:

Siento que pierdo la batalla... Cada vez se vuelve más difícil luchar contra tí en mi soledad, mientras poco a poco la flama de vitalidad en mi se consume junto con mis ganas de continuar.


Tu presencia opaca la mía a tal grado que mis pensamientos dejan de ser míos y tu enfermizo yugo comienza a controlarme una vez mas, y aunque intento pedir ayuda, mis gritos son sofocados por la falta de voluntad que me descontrola diariamente, y te libera desmesuradamente...

Cada día voy hundiéndome un poco más, perdiendome a mi misma en un mar de irracionalidad, desesperación y verguenza, sin saber cómo terminar esta cruel odisea en la que voy autodestruyéndome poco a poco, un pozo en el que he caido, el cual no parece tener fondo, y mientras sigo descendiendo, siento como mi corazón se marchita lentamente, y como mi alma se desprende de mi lascerado cuerpo.

Sé que si no detengo la caída, pronto quedará de mi sólo un cuerpo inherte, sin sentimientos ni ideología, consumido por estúpidos estándares establecidos por la sociedad actual, que han penetrado en mi mente y se han quedado marcados en ella cual si estuvieran tallados en piedra, y sé que pereceré en mi estúpido afán de alcanzarlos, torpemente, pues sé que jamás lo lograré.

Voy buscando una luz que me ilumine, una mano que me ayude a salir del pozo, o si ya he descendido mucho, que suavice mi llegada hasta el fondo. Sólo espero encontrarla antes de que la caída me mate.