La maternidad es una condición que cambia por completo la vida de las parejas, el término de un embarazo suele ser un suceso que se espera con alegría, pensando en las futuras dichas que nos brindarán los niños recién llegados. Pero ¿sabía usted que para algunas mujeres un parto puede ser el inicio de una crisis depresiva severa? De hecho, la mayoría de las mujeres presentan cambios en el estado anímico durante el embarazo debido a la fluctuación de los niveles hormonales, esto se considera normal e, incluso, es algo que se espera como parte de la experiencia vivida. Entre el 50 y el 70 por ciento de las embarazadas pueden también experimentar lo que se conoce como “depresión puerperal” o “melancolía de la maternidad”, un periodo corto en las primeras semanas luego de haber parido durante el cual la madre manifiesta sentimientos de tristeza, angustia, ansiedad e inquietud; estado que no se prolonga en el tiempo y que no requiere de medicación alguna. No obstante, entre el 7 y el 20 por ciento de las mujeres están en riesgo de padecer depresión posparto, un trastorno más grave y que debe ser atendido con seriedad.
La depresión posparto es un tipo de depresión grave que comparte con esta última los síntomas que la caracterizan (tristeza, desesperanza, pesimismo, cambio en los patrones de sueño y alimentación, pérdida de energía, falta de placer en la mayoría de las actividades, dificultad para concentrarse, aislamiento social, pensamientos suicidas, etcétera), pero a la cual se suman algunos otros como los sentimientos negativos hacia el bebé y la sensación exacerbada de culpa por no sentirse útil o capaz en su nueva función como madre. Algunas condiciones que incrementan el riesgo de sufrir depresión posparto son: el haber tenido crisis de ansiedad antes del embarazo, contar con antecedentes familiares de depresión, la presencia de alguna situación estresante (la muerte de algún ser querido, el nacimiento prematuro del bebé o dificultades médicas, entre otras), ser menor de 20 años, no haber planeado o deseado el embarazo, el consumo de alcohol y otras drogas, la falta de apoyo por parte de la familia o de la pareja y tener una situación económica inestable.
Como sucede con muchos de los trastornos emocionales y psicológicos, la depresión posparto es un padecimiento difícil de diagnosticar, sobre todo cuando sus síntomas aparecen hasta un año después de haber dado a luz, situación que no es inusual y que complica la posibilidad de relacionar los sentimientos depresivos con la maternidad (vínculo que resulta importante establecer porque, en ocasiones, el origen de la enfermedad es hormonal). A ello hay que agregarle el hecho de que este mal irrumpe en un ámbito social que ha sido terriblemente mitificado: el ser “una buena madre” implica, en nuestra cultura, la posesión de una serie de cualidades que, evidentemente, una mujer deprimida no puede mostrar (alegría, demostraciones de afecto, paciencia, etcétera). El hecho de que este padecimiento incluya sentimientos hostiles hacia el hijo que se ha tenido o pensamientos donde el infringir daño a sí misma y a su bebé son comunes, añade al sufrimiento de la afectada fuertes sensaciones de culpabilidad ante algo que es socialmente condenado.
Muchas de las mujeres que padecen depresión posparto sufren solas y ocultan lo que les pasa; temen ser juzgadas por ejercer mal sus funciones maternas básicas (como prodigar amor y protección a su hijo) y por sentirse desgraciadas frente a uno de los sucesos que se consideran más importantes para la existencia femenina. En realidad, estas madres no se equivocan al creer que, muy probablemente, serán incomprendidas por quienes las escuchen: existen infinidad de testimonios donde las afectadas narran cómo se minimizaba su sentir cuando se atrevían a expresarlo e, inclusive, la forma en que se les acusa de ser malas personas, irresponsables y desalmadas por no mostrarse cariñosas y felices cuando han tenido “la bendición de un hijo”. Así, estas madres deprimidas, encima de lidiar con la tristeza y angustia que les invade, han de hacerle frente a los tratos crueles o indiferentes de quienes, en realidad, ignoran lo que está sucediendo. La depresión posparto es una enfermedad que puede tener consecuencias graves. Existen casos en los que personas afectadas por este mal han asesinado a sus niños antes de quitarse ellas mismas la vida, pero estas situaciones son fáciles de evitar si se cuenta con la atención médica adecuada e, incluso, hay formas de prevenir la emergencia de este padecimiento; informarse sobre este tema puede marcar la diferencia para muchas mujeres, para sus hijos y para sus parejas.
La Güeris friolenta
Hace 10 meses


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